martes, 8 de julio de 2014

La vida es eso que pasa mientras tomamos decisiones

“La vida es eso que pasa mientras estamos ocupados haciendo otros planes”. John Lennon



Esta tarde, en un momento de relax, a mi vera un vaso de vino blanco y un Lucky Strike para fumar, ha sonado el genial Lennon.
"Imagine no possessions, I wonder if you can, no need for greed or hunger, a brotherhood of man, imagine all the people sharing all the world." 




¿Y si, como dice la canción, no tuviéramos nada? ¿Y si no guardásemos ni nuestros pensamientos? La vida sería más fácil. No habría ninguna decisión que tomar porque al no pertenecernos nada no podríamos elegir sobre ello. Sin embargo, entonces, estaríamos condenados a resignarnos con lo que se nos da (o no se nos da) al pisar el mundo.
¿Limitar nuestra existencia a dejar actuar al destino, sin ninguna capacidad de decisión posible? No, gracias.

Al no encontrarnos ahora en esa utopía para algunos (infierno para otros), pienso que, más bien, la vida es eso que pasa mientras estamos ocupados tomando decisiones. Algunas podemos tomarlas con no más ayuda que nuestra cabeza, para otras necesitaremos el consejo de nuestros más cercanos y unas pocas nos las resolverán, sin previo aviso, desconocidos que ni tan siquiera saben lo que hacen.

Y es que no tenemos ni un MÍSERO respiro, desde que pisamos este estresante planeta estamos obligados a elegir. Ni un momento de descanso. Nacemos elegidos, morimos eligiendo, y es por ello por lo que debemos estar preparados para llegado el momento saber qué ruta seguir.


De un tiempo a esta parte en mi casa siempre hemos sido muy de películas.
En algunos salones se oyen las discusiones de los programas de salsa rosa, en otros las de los deportivos… Pues en el mío, se veían películas.

Recuerdo cuando vi Forest Gump por primera vez, con unos nueve años. No voy a mentir, lo que más me llamó de la película fueron las tiroteadas nalgas de Forest y las gambas de su amigo Buba.
Años más tarde, la madre del protagonista cambió mi perspectiva de la cinta y es que, efectivamente, la vida es una caja de bombones, nunca sabes cuál te puede tocar.


El mundo es como una enorme pastelería con una inmensa variedad de bombones, casi tantos como los que describía Roald Dahl en Charlie y la fábrica de chocolate o los dulces en las mesas de Hogwarts.


Hay quienes (¡Afortunados ellos!) reciben los mejores Ferrero Rocher. De los de verdad, de toda la vida. No el nuevo modelo progre blanco modernillo que se las da de snob (Que sí, también está rico, no vamos a negarlo, pero NO. No es lo mismo). Envueltos en papel dorado no desilusionarán a nadie. 
Demasssiado ricos. Pero,¡Cuidado! Si se abusa de ellos pueden llegar a empachar y aburrir sin remedio. Y sin posibilidad de encontrar otros que sacien tu apetito. Porque sí, estos eran los mejores… Y ya no puedes disfrutarlos.



A otros (¡Pobres!) les caerán cajas preciosas, incluso más que las anteriores. Al abrirlas pequeños envoltorios dignos de cubrir diamantes en bruto o alguna de las mejores joyas de Tiffany. Brillantes y refulgentes papeles de jugosos colores, tan espectaculares como las cortinas que vestirían las ventanas de los aposentos de María Antonieta. Al verlos será imposible no quedar prendado, con el único propósito de llevarlos a la boca para degustarlos.

Sin embargo, cuando finalmente se alcanzan, puede comprobarse que no eran más que abono vestido de gala, como excrementos de mi gato envueltos en pan de oro.
Y ya se sabe que aunque la mona se vista de seda, mona se queda. Puede haber gente sin olfato que no se cerciore del traicionero olor hasta que sea demasiado tarde y se haya metido irremediablemente el pedacito en la boca, confundido por su singular color. Sólo entonces, tras el amargo sabor y la desagradable textura se dará cuenta del error que ha cometido y tratará en vano de deshacerse de todo resto.

Lo que sin duda le llevará un tiempo. En parte por los vestigios del sabor del desafortunado incidente, en parte el recuerdo que despertará observar que, en sus alrededores y a pesar de no haberlo visto antes, los excrementos de gato surgen por doquier. Por todas partes. Cientos de ellos.

Pero no nos engañemos, podemos sacar algo positivo de todo esto, y es que haber experimentado el momento nos dará mayor conocimiento para sortear posteriores escatológicas oportunidades.

Los más desafortunados encontrarán la peor calidad de dulces, ni siquiera merecedores de tal nombre. Sin embargo, acostumbrados a este gusto, serán estos los que al encontrar por casualidad o capricho del destino alguno de los ya nombrados, los disfruten realmente, teniendo entonces mayor gratificación en unos instantes que en toda la vida de cualquiera de los afortunados anteriores.


Decía la pequeñá Marisol que "La vida es una tómbola (tom, tom, tómbola), la vida es una tómbola (tom, tom tómbola), de luz y de color".



Siendo una tómbola, como tal, lleva unos cuantos factores predeterminados. Sin embargo, lo que no solemos tener en mente es que cada uno de nosotros podemos hacernos dueños de la nuestra con las decisiones que tomamos. Somos libres de huir y dejar todo atrás, como Rose cuando decide cambiar de opinión y vuelve junto a Jack. Jack, que decide jugarse todo a las cartas porque, cuando no tienes nada, no tienes nada que perder.

Ya lo dijo William Ernest Henley I´m the master of my fate: I´m the captain of my soul.”

La vida somos nosotros, y nosotros somos las decisiones que tomamos.



2 comentarios:

  1. Me ha gustado muucho, eterno quebradero de nuestras cabezas el tema de las decisiones (la tuya está ya hecha polvillo jajajaja).

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    1. Oh! Mi más sincero agradecimiento Sambalaya. Sabes que tu veredicto es clave en todo lo que escribo

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